Me encanta
aquel que ríe sin razones, solo porque se desborda la alegría del alma en cualquier
momento. Quien es un recipiente de experiencias gratas. Porque así es la vida,
una cosecha de sensaciones dichosas desde el nacimiento hasta la expansión de
su alma.
Me encanta
la gente que lleva buenas noticias, o de otra forma, silencio. Porque no hay
adentro de su corazón veneno, ni criticas ni burla, solamente palabras de
crecimiento. Pinta belleza en sus frases y abre la boca más para sonreír que
para hablar. Sabe que los noticieros son
el mercado del terror. Me encanta esa persona que multiplicando el bien con sus
palabras, construye realidades felices.
Me encanta
la gente que no tiene que perdonar. Porque comprende que el perdón no es más
que un recurso inventado para justificar la culpa y el poder de uno sobre otro.
Quien sabe que Dios no perdona, porque no se ofende. Porque la vida no tiene culpas, solo es una
oportunidad de crecer, desde una semilla infinitesimal hasta convertirse en
estrella, galaxia y más allá en todos los versos del cosmos. El perdón existe solo si existe culpa, si
existe ofensa, pero para una alma luminosa, esas cosas no tienen lugar.
Me encanta
la gente que cuando ama, no ama a nadie en particular. Porque no es un chorrito
de amor si no un océano. Sabe que amar a alguien es como dar limosna. Y cuando
le dice amar, de esa manera solo tiene un capricho de los deseos. Porque sabe
que el amor es la experiencia sensorial de la unidad total. Y cuando ama, se
desborda de su piel y no se limita ni cela ni espera ni sufre; porque se ha
convertido en amor. Como el río se ha
convertido sin miedo en mar.
Me encanta
aquel que puede pasar horas contemplando la belleza en cualquier cosa. Siente
el aire de la tarde acariciarle y sin palabras le agradece. Se extasía en una
hormiga, en un libro, en un árbol que le muestra su crecimiento interno o en el
cielo que le muestra su infinitud. Se arrebata de dicha escuchando las
chicharras o por la simple noche oscura que le refleja su propio abismo
interior de donde surgen todas las cosas. Porque la vida eterna es el encuentro de lo creado con el creador, y
esa experiencia es la sola contemplación de la propia luz.
Me encanta
quien al buscar a Dios se olvida de todo, hasta de lo que buscaba. Porque se encontró
frente a él, supo que no había nada allí. Solo un gran silencio, un gran espejo, el potencial de todos los mares,
las partículas y estrellas emanando de una posa, y esa posa es un abismo que
solo se puede mirar hacia dentro. Porque la vida es esto, una gran explosión de
energía que emerge de la sola intención. La intención se ser, que se hace
gusano, árbol, águila y persona, por la sola voluntad de contemplarse a sí
mismo.
Me encanta
la gente que no teme a nada. Ni a morir, ni a Dios, ni a sí mismo. Porque sabe
que la vida es un río infinito, que Dios es un océano de vida, y que si mismo
es un rio inseparable de ese Océano. Sabe que la vida es Luz, que Dios es la única
fuente de esa luz y que si mismo es un rayo que se refleja a si mismo como una
estrella en el pozo. Sin temor a ninguna fuerza externa porque en la unidad, no
existe tal cosa. Sin temor al dolor, porque
las experiencias sensoriales de la vida son solo una transformación como la
gota en nube la llama en luz.
Me encanta
la gente que mientras se levanta y se acuesta, se rompe a sí mismo para crecer
como una semilla. Renuncia a sus
cascaras viejas de pereza y exige sudor en la piel tensando los músculos hasta
forjar su cuerpo. Que se desnuda despojándose de sus vergüenzas ampliando sus capacidades de comunicarse y multiplicarse
entre sus hermanos. La gente que sabe que la vida es la búsqueda constante del próximo
limite.
Me gusta
la gente que mientras duerme y come, comprende que si mismo es lo que piensas y
lo que te piensan y lo que esa llama alumbra en el recuerdo de todos. Entiende que la inmortalidad es también multiplicarse
en las otras consciencias.
Me gusta
la gente que mientras viaja y besa, se encuentra en el otro. La gente buena que sin proponérselo ya, logra
despertar su gozo en el sentir del otro. Dando, escuchando, estimulando,
rezando, acariciando. Porque sabe casi
sin saberlo que la vida es un universo de luz, y que lo que llamamos es sí mismo
en otra piel, en otro espacio y tiempo aprendiendo otras lecciones. Pero que
solo hay uno, y que la belleza de la vida es la diversidad, de colores, formas,
caras, relieves, temperaturas y deseos. Me
encanta encontrarme en el otro sabiendo que somos uno.
Enrique 30 noviembre 2017