jueves, 30 de noviembre de 2017

Me gusta la gente que...




Me encanta aquel que ríe sin razones, solo porque se desborda la alegría del alma en cualquier momento. Quien es un recipiente de experiencias gratas. Porque así es la vida, una cosecha de sensaciones dichosas desde el nacimiento hasta la expansión de su alma.

Me encanta la gente que lleva buenas noticias, o de otra forma, silencio. Porque no hay adentro de su corazón veneno, ni criticas ni burla, solamente palabras de crecimiento. Pinta belleza en sus frases y abre la boca más para sonreír que para hablar.  Sabe que los noticieros son el mercado del terror. Me encanta esa persona que multiplicando el bien con sus palabras, construye realidades felices.

Me encanta la gente que no tiene que perdonar. Porque comprende que el perdón no es más que un recurso inventado para justificar la culpa y el poder de uno sobre otro. Quien sabe que Dios no perdona, porque no se ofende.  Porque la vida no tiene culpas, solo es una oportunidad de crecer, desde una semilla infinitesimal hasta convertirse en estrella, galaxia y más allá en todos los versos del cosmos.  El perdón existe solo si existe culpa, si existe ofensa, pero para una alma luminosa, esas cosas no tienen lugar.

Me encanta la gente que cuando ama, no ama a nadie en particular. Porque no es un chorrito de amor si no un océano. Sabe que amar a alguien es como dar limosna. Y cuando le dice amar, de esa manera solo tiene un capricho de los deseos. Porque sabe que el amor es la experiencia sensorial de la unidad total. Y cuando ama, se desborda de su piel y no se limita ni cela ni espera ni sufre; porque se ha convertido en amor.  Como el río se ha convertido sin miedo en mar.

Me encanta aquel que puede pasar horas contemplando la belleza en cualquier cosa. Siente el aire de la tarde acariciarle y sin palabras le agradece. Se extasía en una hormiga, en un libro, en un árbol que le muestra su crecimiento interno o en el cielo que le muestra su infinitud. Se arrebata de dicha escuchando las chicharras o por la simple noche oscura que le refleja su propio abismo interior de donde surgen todas las cosas. Porque la vida eterna  es el encuentro de lo creado con el creador, y esa experiencia es la sola contemplación de la propia luz.

Me encanta quien al buscar a Dios se olvida de todo, hasta de lo que buscaba. Porque se encontró frente a él, supo que no había nada allí. Solo un gran silencio, un  gran espejo, el potencial de todos los mares, las partículas y estrellas emanando de una posa, y esa posa es un abismo que solo se puede mirar hacia dentro. Porque la vida es esto, una gran explosión de energía que emerge de la sola intención. La intención se ser, que se hace gusano, árbol, águila y persona, por la sola voluntad de contemplarse a sí mismo.

Me encanta la gente que no teme a nada. Ni a morir, ni a Dios, ni a sí mismo. Porque sabe que la vida es un río infinito, que Dios es un océano de vida, y que si mismo es un rio inseparable de ese Océano. Sabe que la vida es Luz, que Dios es la única fuente de esa luz y que si mismo es un rayo que se refleja a si mismo como una estrella en el pozo. Sin temor a ninguna fuerza externa porque en la unidad, no existe tal cosa. Sin temor al  dolor, porque las experiencias sensoriales de la vida son solo una transformación como la gota en nube la llama en luz.    

Me encanta la gente que mientras se levanta y se acuesta, se rompe a sí mismo para crecer como una semilla.  Renuncia a sus cascaras viejas de pereza y exige sudor en la piel tensando los músculos hasta forjar su cuerpo. Que se desnuda despojándose de sus vergüenzas ampliando sus  capacidades de comunicarse y multiplicarse entre sus hermanos. La gente que sabe que la vida es la búsqueda constante del próximo limite.
Me gusta la gente que mientras duerme y come, comprende que si mismo es lo que piensas y lo que te piensan y lo que esa llama alumbra en el recuerdo de todos.  Entiende que la inmortalidad es también multiplicarse en las otras consciencias.

Me gusta la gente que mientras viaja y besa, se encuentra en el otro.  La gente buena que sin proponérselo ya, logra despertar su gozo en el sentir del otro. Dando, escuchando, estimulando, rezando, acariciando.  Porque sabe casi sin saberlo que la vida es un universo de luz, y que lo que llamamos es sí mismo en otra piel, en otro espacio y tiempo aprendiendo otras lecciones. Pero que solo hay uno, y que la belleza de la vida es la diversidad, de colores, formas, caras, relieves, temperaturas y  deseos. Me encanta encontrarme en el otro sabiendo que somos uno.
 Enrique 30  noviembre 2017