viernes, 17 de septiembre de 2010

Lección del Río "11



Las personas no cambian súbitamente,
La evolución verdadera es gradual y no lleva prisa.
De eso me di cuenta observando la caída del río durante unos minutos.
Ese día caminé con un par de amigos por una montaña muy arriba de mi querido pueblo, “La Alegría” hasta ahora lo menciono. Y luego de subir y bajar unas hermosas montañas, encontramos tres cataratas consecutivas en un río precioso. La tercer caída de agua, parece que al pasar de miles de años había echo una especie de puente de piedra. El agua pasa violenta por debajo de una gran roca y en realidad es un puente de piedra hecho a la perfección por la insistencia del agua. La vista es increíble, lástima que pocas persona hayamos sido testigos de ese paraíso, realmente es difícil llegar a ese lugar. Pero vale la pena porque la vida allí explota, celebra y canta sin timidez su gloria.
Observando durante un rato, me di cuenta de la paciencia que tiene el río al darle carácter a su cauce. El tiempo para el no tiene prisa, pero tampoco tiene pausa. Lo que si tiene es la intención de no dejar de cambiar (evolucionar) ni un segundo. Las personas, no cambiamos tampoco súbitamente, cambiamos lentamente y en proporción a esa misma intención de evolucionar y lo hacemos, o debemos hacer concientemente.
Un defecto no se cura en un día. Una virtud no se cultiva en un día. Un hábito no se forja con una vez que se repita. Se requiere una visión, lo que yo repito en llamar “la intención de evolucionar concientemente”.
El río sigue corriendo montaña abajo sin aferrarse a hermosas posas y cataratas. Cambia constantemente y sabe que el mar le espera, que el cielo le espera, que de nuevo la madre tierra le espera, y la próxima vez que pase por allí, al igual que yo, si algún día vuelvo a ese lugar, seré una persona nueva, tendré nuevas historias y el puente de piedra me llevará a otro sitio de la montaña, como todos lo puentes que debo construir para ser, poco a poco, una mejor persona.