viernes, 1 de octubre de 2010

Lección del río # 14

Mi religión
La tarde anterior que pasé por el rio, con algo de prisa al llegar, sentí como cuando era niño al entrar a una iglesia. Reverencia y asombro ante algo misterioso. Y como cuando era más grande, mucha paz y regocijo al estar frente al altísimo sacramento. Y no me dio miedo pensarlo y hacer esta comparación. Tampoco ahora me da miedo escribirlo. Porque esencialmente lo que he buscado de la religión es la relación original entre mi mismo con la causa que originó todo este universo y lo prolonga en la eternidad. La religión es la relación individuo-causa.
En estos días, he observado que mi nueva religión es la ciencia. La identificación con eso que nos rodea y con la causa que nos impulsa se logra a través de la comprensión ordenada de este mundo natural, y la ciencia es el camino a la verdad. Pero cuando digo ciencia, no me refiero a ser solamente científico de lentes y gabacha. Si no a ser científico que presencia y observa la realidad o realidades con atención y extrae de ella el espíritu. Los detalles, las cosas en común y se deleita en su comprensión.
Aprehender, es justamente eso, hacer parte de uno, esas cosas de allí fuera. Ponerles nombre y hacerlas mías. Ponerles nombre ser entonces uno con ellas.
Cuando estoy en el silencio del rio, como ayer, viendo decenas de hojas caer por el viento, logro sentir ese espíritu causal que me abrasa. Ese que me dibuja el universo tan claro y cautivador, que si no fuera porque debo seguir mi camino; dejaría que este se fuera con las hojas y con el agua a iniciar otro ciclo. Uno de esos ciclos que como a todo lo existente, me han eternizado desde el principio y por siempre.

Enrique