sábado, 21 de agosto de 2010

Un cuentito de colores, para la chica del arcoiris.


Amor de colores.

Esa mañana había un arcoiris, uno tan claro que parecía colocado allí como una fila de guirnaldas de colores. Cada flor y mariposas del jardín, quedaron suspendidos en un asombro por el derroche de belleza en el cielo. Solo una mariposa azul, la mas atrevida y de corazón libre, también encantada pero conciente, salió a buscar de donde venía, para encontrar el origen de tanta hermosura.

Esa mañana, un valiente y de alas azules había amanecido muy inquieto porque había soñado con una señal el cielo y con el amor. Este es el héroe del jardín. Vive en un rosal rojo, dice ser el guardián de las rosas mas lindas que allí brotan sin cesar cada mañana. Y al ver esa líneas de colores en el aire, apenas terminaba la lluvia quedó intrigado. ¿Será un gran ejército de mariposas que vuelan desde el cielo hasta la tierra para pintar las flores? Que será. Debo conocer a donde va ir a parar esas líneas de colores. Seguro es el camino por donde sube el agua al cielo. O quizá es el puente por donde vienen y van las flores que nacen u mueren dejando su alma en el cielo y trayendo otras nuevas. Son pétalos y alas de mariposas que ya conocieron el amor y entregaron alma al cielo.

No aguantó su curiosidad. Salió volando con sus alitas azules con bordecitos negros que engalanaban el lugar donde pasaba. Los gorriones, y otras manadas de aves y abejas de jardín se ponían algo celosas por su galanteo.

Luego de cruzar por algunos otros jardines, un poco distraído por mirar el arco cromático en el aire llegó a un lugar donde debía cruzar un pequeño arrollo. Ya casi lo encuentro, pensaba, porque veía que por allí se veía bajar el río de violeta, azul, verde, amarillo, naranja, rosa y rojizo del aire. Al pasar la fuente de agua, llegó a un jardín muy hermoso, allí habían rosales de todos los colores. ¡seguro de aquí es que nace esa cosa linda que venia del cielo hace un rato! Pensó la valiente mariposa azul, convencido que ese es, con un poco de celos por su rosal, el jardín más bello que había visto. Y los aromas que allí sentía casi embriagaban su mente y su agitado corazón de volador.

Él conocía rosales de todos los colores, pero nunca había visto algo igual; no puede ser, un rosal blanco en medio jardín. Eso es casi mágico. Seguro allí calló esa línea de colores que ya se disolvió en el aire y lo perdí de vista pensó la mariposa azul que venia cansado de volar. Estuvo dando algunas vueltas explorando el lugar, y justo en la flor más alta del rosal de rosas blancas se posó a descansar su largo viaje.

¡¡Hey, que haces!! no ves que este es mi rosal y nadie puede poner sus pies en él porque puede contaminar su espíritu! Al voltear a veer de donde procedía esa voz suave y mágica, casi se cae de la flor. No pudo decir nada, se aferró a un pétalo, y su corazoncito aventurero hizo mover las alas a mil por hora pero sin poder volar. Ella es una mariposa con alitas celestes y bordecitos azules que reina en este rosal blanco. Es la más hermosa de todas las mariposas y de todas las flores. Sus alas son la síntesis de los pétalos de las flores, y sus ojos son la proyección del cielo que había visto cuando seguía el arcoiris. Las hojas y los pétalos del rosal blanco y la hierba de todo ese lugar parecen dar reflejos de colores cuando ella mueve sus alas. Todos los colores se vuelven más brillantes y parecen vibrar con el reflejo de sus alas cuando pasan cerca.

Le contó su historia sobre el jardín al otro lado del río y ella le ofreció un poco de polen de su rosal. No importa lo demás, si debo entregar mi espíritu al viento como mis ancestros lo haría en este instante pensaba él con sus alas azules mas azules que el cielo los domingos de verano en el jardín del rosal rojo. Juntos se posaron por varias horas hasta llegar la tarde en una flor que apenas abría sus pétalos ese día. Y chocaban sus alitas y jugaban entre las ramitas. Se dieron cuenta por un instante, que si les quedara poco tiempo, sería suficiente esa vida vivirla entre los dos, así cerquita. Tocando sus alitas. Olvidándose del jardín por un rato.

Pero debía regresar, debía estar en su jardín, ya conoció el origen del arcoiris, ya sabia que éste nacía donde nacía el amor y los colores que bajaban del cielo a embellecer este mundo. Si había un momento y un beso sagrado, era ese día y bajó a la tierra por los siete colores.
Ella le dijo que debía dejarla en su rosal blanco porque esa era su misión, y debía permanecer allí sola y esperar una mariposa de su mismo jardín.

Él regreso saboreando la miel más dulce y no quería borrar de su memoria los colores ni el aroma hipnotizante de las rosas blancas.

Esa noche no durmió. Salió la luna y paso mirándola hora tras hora pensando en la mariposa celeste y el rosal blanco. Quería pedirle al cielo una señal para regresar a buscarla algún día o para renunciar a algo ajeno a su jardín, al fin y al cabo, el debía cuidar de su rosal rojo de este lado del arrollo.

Así pasó los 7 días y noches de luna creciente mirando de día como el sol daba colores nuevos a todas las flores que en adelante brillaban de una manera más radiante y casi liquido. Testigo de la frugalidad de la vida, de que hay flores de un día que hacen que la eternidad tenga sentido.
La sétima tarde pudo ver de nuevo un el arcoiris casi salía desde su jardín y pasaba hasta el otro lado del arrollo pero no lo siguió porque sabia que si viajaba de nuevo al oro lado, seguro ya no tendrías el valor de regresar.

Del otro lado del arrollo, sobre una rosal blanco estaba la mariposa celeste brillando como siempre y embelleciendo su hermoso jardín. Ella también recordaba ese momento infinito de amor. ¡Ahh! si algún día volvería a ver su amor de alas azules! Pedía al cielo también una señal al cielo y a la luna creciente de las ultimas 7 noches, una pista de la verdad de sus sentimientos.
Esta noche ya es luna llena y ambas sin saber lo que hacia la otra, estuvieron mirando la luna desde que salio por el oriente y movían sus alitas como haciendo una plegaria pidiéndole una señal. Miraban la misma luna y las mismas estrellas, y la misma noche negra que les arrancaba la frágil vida en su larga melancolía.

Llegó la media noche; y sin dormir ni estar del todo despiertos. Como si se conectaran sus espíritus con los rayos de la luna, hubo un sentimiento intenso y un coro de grillos que les susurraban la misma historia de la última ves que estuvieron juntos. Él sintió a la distancia el abrazo de la mariposa del arcoiris y ella sintió en su silencio el abraso de un corazón de poeta de alas azules.

Llevaré una muestra de mi rosal por la mañana, un pétalo de esta flor donde estoy posado para mostrarle cuanto he pensado en ella todas estas noches. Ella pensó lo mismo y de esa manera, aún a oscuras, tomaron cada uno por su cuenta a la distancia el pétalo donde estaban posados y volaron antes de que amaneciera en la dirección del otro.

Como el arrollo estaba en medio de ambos jardines, él decidió tomar un pequeño descanso mientras amanecía posándose en una piedra cubierta por algas verdes. Y cuando lo iba a hacer, miró sobre la roca que había elegido a una hermosa mariposa de alitas celestes que estaba también tomando un descanso en el arrollo. El agua mansa reflejaba sus colores y las gotas de agua que salpicaban hacían copia de la imagen mas hermosa de este bello paraíso. Había salido también antes del amanecer cuando los colores aún no se veían.

El asombro de ambos fue enorme, ella llevaba un pétalo de color rojo en sus patitas. Rojo como el amor que sentía por él. Y él entre las suyas sin saberlo tampoco un pétalo de color blanco. Blanco como el alma de ambos cuando voleteaban cada tarde en adelante, en sus jardines por las tardes, sobre un par de rosales, con flores rojas y blancas entre las mismas ramas.
Enrique Agosto 2010.