viernes, 27 de agosto de 2010

Leccion del Río #4

Usualmente los miércoles salgo a correr por la tarde. Y unas veces, al pasar por el pequeño río, ya casi anochece.
La semana pasada hubo un aguacero, y ya estaba mojado, de sudor y lluvia.

Las aguas estaban creciendo y el pequeño río no era ya tan pequeño. Me sorprendí y como siempre, me senté un ratito a escuchar que tenia para mi, aún así de enfurecido y sucio.

Me dijo tranquilo, mira mis aguas, tal como la lluvia y las zanjas de los potreros me la entregan, así las dejo ir por el caudal. No me importa que arrastren mis piedras, porque renuevan mi forma. No me importa que a como cresca, mañana cese y vuelva a ser el mismo arrollo de siempre. Porque serán nuevas aguas, sonrientes y claras que algún día al igual que este fuerte temporal, se irán y volverán.
Con la creciente, se sacuden los pedazos de troncos y hojas podridas que estaban en el fondo de la posa, limpiando mi corazón. Al igual que tú, cuando corres, sudas, y llegas al límite de tu cuerpo, mueves músculos y llevas sangre limpiando los rincones de tu cuerpo.
Y al igual que tu, cuando te sacude un sentimiento fuerte, una emoción intensa, sacude y toca cuerdas de tu interior, transformándote para siempre.

Que viva, el aguacero, y me lleve la corriente, pensé mientras cruzaba intrépido por la poza enfurecida.