viernes, 28 de abril de 2017

Ser tu...


Ser tu…

Quiero ser tu padre para cuidarte y llenar tu mesa de frutas, galletas y chocolates; contarte historias inventadas después de apagar la luz, para alivianar la ruta de tus sueños de niña.
Llevarte a conocer los parques y disfrutar un helado tomado a mi brazo fuerte con tus manitas de princesa.  Que seas la envidia de las otras chiquillas que nadie las mece en el sube y baja. Que puedas ver tu futuro claro y próspero según mis promesas de hombre.
Quiero darte todo los caprichos que  deseaste y escribiste en aquel cuadernito rosado.
Llevarte a las escuelas de la vida y verte aprender todas las lecciones que quieras. Dibujar con una tiza la ruta a casa y por la noche el camino a las estrellas. Esas estrellas que te enseñaré a llamar por su nombre mientras te peino con mis dedos.
Enseñarte los campos, decirte los nombres de los árboles y silbar para ti el canto de los pájaros para que recuerdes nuestras tardes cada vez que los escuches en tu larga vida.
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Como deseo ser tu hijo para sentir que mi país seguro son tus faldas.  Para dormirme en tu pecho sintiendo la fertilidad de tu cuerpo tibio nutriendo mi mundo de aventuras al dormir. Quiero que me lleves de la mano a la iglesia, mostrándome el camino al cielo entre santos y cortinas blancas. Tomar de tu pecho la uva y el cántaro de miel. Llorar por tu rincón, hacer regueros de juguetes en tu sala, solo para escuchar tu vos dulce diciéndome, lo que tú quieras; para enderezar mi destino y ordenar las piezas de mi rompecabezas. Para quererte sin saber ni porque, solo porque es un amor inevitable y superior a cualquier amor mundano.
Que me mires a los ojos y sin palabras ser sumiso a la fuerza imparable de tu alma materna.
Saber que siempre me esperas, y que tu cariño de osa madre rompería el bosque entero para hacer el camino hacia mí.
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Quiero ser tu madre para darte luz de una nueva vida llena, henchida de gozo y libertad. Verte renacer así, tierna y nueva con cuadernos grandes en blanco para que escribas la historia que  quieras con tarros llenos de lapicitos que te pondría en la mesita de tareas.

Colocar generosamente la merienda en tu mochila, rezar un padrenuestro y poner velas a los santos para que todo te salga bien. Coronar tus logros con fiesta y abrazos olorosos a vainilla y  flores.  Llenar tu vida de magia desde la cocina hasta el patio de en frente, hacer un laberinto de flores en el jardín donde juegas casita como una reina.
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Tu hermano, tu cómplice; compañero de travesuras con las golosinas de la alacena y las monedas de la alcancía. Pelear por la tele y no dejarte ver  tu serie favorita solo por fastidiar, y que luego comamos palomitas del mismo tazón. Traerte un vaso de agua que pediste ya que yo andaba en la cocina y ver que igual lo dejaste lleno cerca de la pata del sillón.
Si fuera tu hermano conocería tu idioma, y el que hablan tus amigas en los pasillos.  Entendería tu música y recovecos de la adolescencia inquieta. Saldríamos con unas monedas a conocer la ciudad y perdernos juntos un largo rato hablando con extraños de pelo desarreglado.  Guardar tus diarios en mi cajón de madera y darte una llave; y perder la tarde de domingo pasando canales juntos en el sillón marrón.
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Cuanto anhelo ser tu novio, el tímido y el atrevido. El que solo se atreve a dejarte un papelito con una amiga, y el que te arrebata detrás de la amapola y toca debajo de tu falda sin permiso. El que te lleva flores a la casa de tus padres,  que habla de la familia con tu madre y de maderas con tu padre, y que al marcharse dicen, “es un buen chico”.  El que se escapa contigo del cole, y te hace sacar roja en mate, te mancha tu blusa blanca y la tapia frente a tu casa con dos iniciales dentro de un corazón al spray.

El que te escribe poemas cada noche, y en la mañana no sabe cómo dártelos.   El novio que nadie sabe, y una ves entro por la ventana de atrás y paso una tarde entera contigo mientras nadie estaba en la casa. El que te hace descubrir que ya no eres niña, ni santa, ni mala ni tonta. El que se agarró a puñetazos  con un amigo,  y te dijo que fue un golpe con la bici. El novio que piensa un futuro contigo con una casa y chiquillos, y el que solo le importa el ahora, tus besos y travesuras.
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Quiero ser tú. No como el río que era yo, sino el océano que eres tú. Cuando al decir ese  tu nombre  sentir que solo soy yo. Que no haya límites entre tu piel y la mía ni tu historia y la mía. Sin ningún yo, uno solo; solo tú.  Como esos rayos de existencia que alumbran entre las rendijas de los árboles, saber que somos el sol, la luz y la vida.  Quiero disolver las distancias que el tiempo se afanó por estirar desde que nacieron las almas de una sola estrella.

Saber que en la cama no hay más que una piel con dos corazones y  que envuelven una sola alma grande.  Para entender mis enredos, las culebras que salían en las pesadillas de la infancia y que papa amansó  con sus cuentos. Quiero ser tú para que sientas el verdadero amor, el que no tiene límites porque no hay expectativas ni distancias, el amor que solo se experimenta en la unidad. El amor que se siente igual frente al altar, debajo de las sabanas, en el pollito del parque frente a un ángel en el sueño o en la soledad y el silencio que dejan escuchar el dialogo de las piedras y el río que eres tu.

Enrique