Ser
tu…
Quiero
ser tu padre para cuidarte y llenar tu mesa de frutas, galletas y chocolates; contarte
historias inventadas después de apagar la luz, para alivianar la ruta de tus
sueños de niña.
Llevarte
a conocer los parques y disfrutar un helado tomado a mi brazo fuerte con tus
manitas de princesa. Que seas la envidia
de las otras chiquillas que nadie las mece en el sube y baja. Que puedas ver tu
futuro claro y próspero según mis promesas de hombre.
Quiero
darte todo los caprichos que deseaste y
escribiste en aquel cuadernito rosado.
Llevarte
a las escuelas de la vida y verte aprender todas las lecciones que quieras. Dibujar
con una tiza la ruta a casa y por la noche el camino a las estrellas. Esas estrellas
que te enseñaré a llamar por su nombre mientras te peino con mis dedos.
Enseñarte
los campos, decirte los nombres de los árboles y silbar para ti el canto de los
pájaros para que recuerdes nuestras tardes cada vez que los escuches en tu
larga vida.
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Como
deseo ser tu hijo para sentir que mi país seguro son tus faldas. Para dormirme en tu pecho sintiendo la
fertilidad de tu cuerpo tibio nutriendo mi mundo de aventuras al dormir. Quiero
que me lleves de la mano a la iglesia, mostrándome el camino al cielo entre
santos y cortinas blancas. Tomar de tu pecho la uva y el cántaro de miel.
Llorar por tu rincón, hacer regueros de juguetes en tu sala, solo para escuchar
tu vos dulce diciéndome, lo que tú quieras; para enderezar mi destino y ordenar
las piezas de mi rompecabezas. Para quererte sin saber ni porque, solo porque
es un amor inevitable y superior a cualquier amor mundano.
Que
me mires a los ojos y sin palabras ser sumiso a la fuerza imparable de tu alma
materna.
Saber
que siempre me esperas, y que tu cariño de osa madre rompería el bosque entero
para hacer el camino hacia mí.
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Quiero
ser tu madre para darte luz de una nueva vida llena, henchida de gozo y
libertad. Verte renacer así, tierna y nueva con cuadernos grandes en blanco
para que escribas la historia que quieras
con tarros llenos de lapicitos que te pondría en la mesita de tareas.
Colocar generosamente la merienda en tu mochila, rezar un
padrenuestro y poner velas a los santos para que todo te salga bien. Coronar tus
logros con fiesta y abrazos olorosos a vainilla y flores.
Llenar tu vida de magia desde la cocina hasta el patio de en frente, hacer un laberinto de flores en el jardín donde
juegas casita como una reina.
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Tu
hermano, tu cómplice; compañero de travesuras con las golosinas de la alacena y las monedas de la alcancía.
Pelear por la tele y no dejarte ver
tu serie favorita solo por fastidiar, y que luego comamos palomitas del
mismo tazón. Traerte un vaso de agua que pediste ya que yo
andaba en la cocina y ver que igual lo dejaste lleno cerca de la pata del sillón.
Si
fuera tu hermano conocería tu idioma, y el que hablan tus amigas en los pasillos. Entendería tu música y recovecos de la adolescencia
inquieta. Saldríamos con unas monedas a conocer la ciudad y perdernos juntos un
largo rato hablando con extraños de pelo desarreglado.
Guardar tus diarios en mi cajón de madera y darte una llave; y perder la tarde de domingo pasando canales juntos en
el sillón marrón.
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Cuanto
anhelo ser tu novio, el tímido y el atrevido. El que solo se atreve a dejarte
un papelito con una amiga, y el que te arrebata detrás de la amapola y toca debajo
de tu falda sin permiso. El que te lleva flores a la casa de tus padres, que habla de la familia con tu madre y de
maderas con tu padre, y que al marcharse dicen, “es un buen chico”. El que se escapa contigo del cole, y te hace
sacar roja en mate, te mancha tu blusa blanca y la tapia frente a tu casa con
dos iniciales dentro de un corazón al spray.
El
que te escribe poemas cada noche, y en la mañana no sabe cómo dártelos. El novio
que nadie sabe, y una ves entro por la ventana de atrás y paso una tarde entera
contigo mientras nadie estaba en la casa. El que te hace descubrir que ya no
eres niña, ni santa, ni mala ni tonta. El que se agarró a puñetazos con un amigo,
y te dijo que fue un golpe con la bici. El novio que piensa un futuro
contigo con una casa y chiquillos, y el que solo le importa el ahora, tus besos y
travesuras.
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Quiero
ser tú. No como el río que era yo, sino el océano que eres tú. Cuando al decir
ese tu nombre sentir que solo soy yo. Que no
haya límites entre tu piel y la mía ni tu historia y la mía. Sin ningún yo, uno
solo; solo tú. Como esos rayos de
existencia que alumbran entre las rendijas de los árboles, saber que somos el
sol, la luz y la vida. Quiero disolver
las distancias que el tiempo se afanó por estirar desde que nacieron las almas
de una sola estrella.
Saber
que en la cama no hay más que una piel con dos corazones y que envuelven una sola alma grande. Para entender mis enredos, las culebras que salían
en las pesadillas de la infancia y que papa amansó con sus cuentos. Quiero ser tú para que sientas el verdadero amor, el que no tiene límites porque no hay expectativas
ni distancias, el amor que solo se experimenta en la unidad. El amor que se siente
igual frente al altar, debajo de las sabanas, en el pollito del parque frente a
un ángel en el sueño o en la soledad y el silencio que dejan escuchar el
dialogo de las piedras y el río que eres tu.
Enrique